Nueva jornada de caza con hurón en la Finca La Gloria en el término de Villena. A las 8 en punto de la mañana estaba ya en la puerta. No he pegado ojo en toda la noche por los nervios y a las 6 ya estaba despierto, dando vueltas en la cama, imaginándome los lances y el trabajo de los hurones.
Juan José ha desbrozado una zona de la finca de monte bajo donde antes había muchas madrigueras y debido a la alta vegetación no se podía echar el hurón. Las máquinas han estado trabajando estos días y han dejado aquello limpio como una patena.
Sin embargo, parece que al haber quitado la protección que tenían los conejos, su hábitat natural, se han desplazado a otra zona de la finca.
El movimiento de tierras ha provocado el enterramiento de muchas madrigueras.
Juan José y yo nos hemos subido al cazadero pasadas las 8, mientras esperábamos a que llegaran el resto de compañeros. Sin bajar del coche hemos visto el primer conejo. Ha salido de una mata próxima a donde nos encontrábamos y ha cruzado a toda velocidad una viña en espaldera, pero aún no habíamos desenfundado el arma.
Para no ser muchas escopetas y molestarnos entre nosotros, nos hemos dividido en dos cuadrillas. Cristóbal, Pedro y yo hemos cazado en la zona de monte que se ha limpiado. Santiago, padre e hijo y Pepón han ido a otra zona.
Cristóbal ha traído dos machos. Las dos hembras que tiene, una está criando y la otra a punto de parir.
Solo hemos tenido ocasión de tirar los hurones en un par de bocas. Uno de ellos se ha liado con una coneja dentro de la madriguera y ha tardado mucho tiempo en salir. Me he quedado con ganas de pegar más tiros y de seguir cazando un rato más, pero la caza con hurón es así y hay que armarse de paciencia porque los lances dependen del trabajo que hagan los bichos.
El hurón ha salido con las patas llenas de barro y con bolas en las uñas, seguramente provocado por el orín de la coneja. Esto suele ocurrir cuando la coneja se emboca y para evitar que el hurón la haga salir de la madriguera orina sobre el hurón. Las afiladas garras del hurón pierden efectividad con los pegotes de barro y no consiguen su propósito porque las garras no penetran en el cuerpo del conejo sino que resbalan por la piel y no consiguen lastimarlo.
Cuando se abate un conejo que está cerca de la madriguera conviene cogerlo pronto antes de que lo divise el hurón porque de lo contrario nos quedaremos sin conejo como me ha ocurrido a mí hoy cuando el hurón ha cogido un conejo que estaba a pocos metros de la madriguera y se lo ha llevado con él.
En el puesto con los hurones nos hemos quedado Cristóbal y yo. Pedro ha preferido cazar al salto y no le ha ido nada mal porque ha cobrado 4. Ha sido cuando ha movido algo de caza y le he cantado un conejo a Cristóbal que le cruzaba por detrás en un campo de almendros y lo ha abatido de un certero disparo.
El fuerte viento que ha hecho estos días, unido a las copiosas lluvias han tumbado muchos almendros. Al estar los árboles casi a la altura del suelo las ramas han sido roídas por los conejos.
No eran aún las 10 cuando nos hemos ido a la casa a almorzar. Juan José había preparado la lumbre a primera hora de la mañana. Solo faltaba echar a la parrilla el embutido y de eso se ha encargado Cristóbal. El resto, de no dejar nada en el plato.
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