lunes, 28 de enero de 2019

En la recta final

Estamos ya en los últimos días de caza y eso se nota. Hoy ha sido para mí la última jornada de caza, a falta de una tirada de acuáticas programada para el próximo jueves, así que cuelgo el chaleco y la escopeta hasta la temporada que viene.
En el campo se ven ya muchas perdices emparejadas. Matar una hembra a estas alturas supone muchos pollos menos para el año próximo. Así que si queremos que el año que viene haya perdices va a depender mucho de lo que hagamos ahora. Una buena gestión cinegética es todo en la caza.

La mañana ha empezado muy nublada y fresca.  No me he desprendido de mi chaquetón en ningún momento. Hoy hacía día de braga y guantes, también de chimenea, aunque como dice el refrán: " gato con guantes ... no caza ratones". Como este viaje no he ido con mi  coche habitual porque lo tengo en el taller y en el maletero guardo los cartuchos y la ropa de caza he tenido que pedir prestado el chaleco y la braga.





Genaro, que hoy venía acompañado con toda la familia ha llegado antes que yo para ver si había paso de tordos. El día acompañaba, frío y con algo de niebla, pero no había pájaros. Solo hemos movido algunos cuando íbamos cazando por el monte. Andaban parados en las sabinas y el revoloteo era constante.
La novia de Genaro, Geno, se ha topado con un jabalí pequeño. El susto todavía le dura en el cuerpo. Había una montería en la finca de al lado.
En la caza es fundamental el compañerismo. Cazar con una buena cuadrilla, llevar bien la mano... es garantía de un éxito seguro que no siempre se mide por el número de piezas abatidas.
Genaro ya llevaba tres en el zurrón cuando yo todavía no había ni apretado el gatillo.
Tras cazar casi un par de horas, solo he tenido ocasión de tirar a una perdiz en toda la mañana. La he visto larga de peón y he salido tras ella para cortarle el paso. Cuando ha echado a volar no la he dejado ni respirar.
Syrah tiene que cazar más corta. Ha volado perdices largas a las que no les he podido tirar.
Es una perra muy potente. Incansable, aunque le sobran algunos kilos como a su amo.
Tras horas de patear el monte, con más afición que otra cosa, he cogido el coche y me he ido a la nava. No he volado ninguna codorniz. Tampoco he visto ninguna perdiz.
Cuando llevaba los ánimos por los suelos, veo a Syrah puesta. Pensaba que era un conejo. De los morros arranca una liebre. Le tiro el primer tiro muy encima. La dejo pasar y yerro el segundo. Por qué los perros no hablan ....
Para aliviar el disgusto he parado en El Rincón de Pedro de Almansa donde todo son alegrías. Me he tomado un lechazo al horno con patatas a lo pobre, regado con un buen Rioja, que ya se me ha olvidado el lance de la liebre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario