lunes, 28 de noviembre de 2011

Peñadorada: paraíso cinegético

Tengo dos amores confesables. De los otros prefiero no hablar. Uno es la Sénia – la finca donde vivo y que me dejaron mis padres en herencia- y el otro es Peñadorada. Hace muchos años que cazo en este coto enclavado en el corazón de Castilla-La Mancha y nunca deja de sorprenderme y siempre para bien.
Este año estoy cazando en él durante la media veda. El año aunque ha sido malo para las torcaces, mi amigo Ramón Ferrero ha disfrutado y ha hecho perchas memorables. Eso sí, paciencia tiene un rato. Yo no. Y la clave para pasar un buen día de torcaces es armarte de paciencia algo que a mí me falta.
Personalmente prefiero salir acompañado de mi perrita Sénia, una preciosa labradora, y patearme el campo en busca de codornices. Este año no se ha dado mal y además, las condiciones acompañaban: trigo, paja y agua. Con estos tres elementos es difícil fracasar, siempre y cuando te acompañe la puntería, pero eso ya depende de uno mismo y de las horas que uno le dedique a la escopeta.
No se crean, que aunque las codornices tienen un tiro fácil también se yerran, si no que me lo digan a mí que este jueves me tragué más de una. Esto es lo atractivo también de la caza.
El coto tiene unas condiciones naturales magníficas para la práctica cinegética. Este año tiene agua en abundancia lo que lo hace realmente atractivo para las migratorias, especialmente para los patos. También para la codorniz.
 En esta época del año se cuentan por miles, las ánades, sobre todo, azulones, que pernoctan en la laguna. Es una delicia pasearse por allí. Oír el aleteo de los patos cuando arrancan del agua y levantan el vuelo en forma de uve, escuchar el croar de las ranas o ver a las garzas remontar el vuelo. Un espectáculo propio de los mejores reportajes de la 2 o del mismísimo national geografic. Y no exagero un ápice.
                                    
Es llano y muy cómodo de cazar, sobre todo, para los que vamos cumpliendo años y ya no estamos para subir y bajar barrancos.
El río cruza la finca. A la altura del barranco ya se puede ver el agua correr. La vegetación es monte bajo, romeros y sabinas. Inmejorable para cazar.
 La perdiz es autóctona y hay que pelear mucho para dar con ellas. A diferencia de la mayoría de los cotos, allí no se suelta una perdiz de granja.
En Peñadorada tienes la certeza de que la perdiz que va al zurrón es del terreno. Y eso hoy en día no tiene precio, al menos, para los que nos gusta la caza auténtica, que no somos muchos dicho sea de paso. Hay mucho matarife que gusta pasearse con la percha a rebosar aunque sean de bote.
                                                    
El coto es propiedad de Baltasar, si bien la gestión del mismo corre a cargo de Fran e Isaac, hijos estos de Venerando Gómez, quien desgraciadamente nos dejó hace un par de años, pero que supo transmitir a sus hijos la pasión por la caza y por las cosas bien hechas. Y de una buena gestión depende el éxito o el fracaso de cualquier coto.
El conejo ha diezmado mucho la población siendo un coto excelente para la caza de los rabudos. El hábitat no puede ser mejor: comida en abundancia y majanos por doquier. Sin embargo, la enfermedad ha entrado con fuerza, concretamente, la mixomatosis y ha reducido mucho su número, si bien empieza a recuperarse poco a poco y ya se van viendo gazapos correteando por el monte, lo  que presagia una pronta recuperación y una buena noticia para los miles de aficionados a esta caza.
Cuando se abre la veda, el 8 de octubre, es conveniente llevar en el coche cartuchos para el tordo. En cualquier momento te puedes encontrar con una entrada de tordos espectacular. No es la primera vez que alguien lamenta no haber echado más cartuchos en el coche, sin ir más lejos quien suscribe estas líneas.
En Peñadorada he vivido mis mejores lances como cazador, imágenes que perduraran por siempre en mi memoria. Ojalá lo siga disfrutando muchos años más.

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