Como este año he decidido no cazar en Fontanars porque no
hay caza, la misma decisión tomé el año pasado y me temo que si no ponen
remedio haré lo mismo el año siguiente, hablé con Fran esta semana para ir a
Ossa de Montiel.
El viaje hasta
Ossa de Montiel ha sido bastante incómodo por la densa niebla que ha habido durante todo el trayecto. No se ha levantado
hasta después de Munera. O sea, casi todo el camino.
Había quedado en
verme con Fran en el Hotel La Paz. Allí se hospedaban otros dos cazadores con
los que hoy iba a compartir jornada cinegética. Juan Mari y Koldo, padre e
hijo, vienen desde el País Vasco, concretamente desde el bello municipio de
Deba, para tirar a las patirrojas. Muchos kilómetros los que han recorrido para
llegar hasta aquí. Eso es afición y lo demás son tonterías.
A las 9,30 ya
estábamos en el monte. El termómetro marca 8 grados. Nos acompaña Amador. Fran
tenía otra cuadrilla que atender y no pudo venir con nosotros.
El cazadero en
esta ocasión: La finca La Carolina. Hay perdiz soltada, pero también de monte.
En el último ojeo que se hizo en esta finca el pasado sábado se abatieron más
de un centenar de perdices salvajes.
Amador que
conoce la finca coge el linde. Pegado a él, Koldo. A continuación Juan Mari y
yo por bajo.
Al poco de salir
arranca un bando de perdices que se encontraba en un rastrojo. Por la distancia
a la que salieron, yo diría que eran salvajes. No dieron ninguna opción. Trato
de indicarle a Juan Mari hacia dónde se han tirado las perdices, pero no me
oye. Seguimos la mano.
os perros que
llevan Koldo y Juan Mari, un bretón y un drahthaar,
molestaban más que otra cosa, a ellos más que a nadie porque andan muy largos y
espantan la caza. Los perros tienen que cazar a la mano.
A la hora y medio de estar en el monte llamo a Fran para decirle que me
voy a casa. Fran me propone ir a Peñadorada. No lo pienso dos veces.
De camino al coche veo un conejo pegado a la boca de un majano. Pruebo
fortuna y no yerro el tiro.
A los pocos
minutos de abatir el rabudo, arranca de la orilla de un rastrojo una perdiz.
Disparo y la abato. En pocos minutos había conseguido lo que no
había hecho en hora y media
Pasaban de las
once cuando llegué a Peñadorada.
Al poco de
entrar me encuentro con un bando de perdices. Fran me dejó ir a Peñadorada con
la condición de cazar sólo en la nava.
Las observo,
pero no bajo del coche. Conté de 14 a 16. Un bando muy hermoso.
Me dirijo hacia la nava con la intención de poder tirar
a algún pato, aunque la hora no era la más propicia porque a esa hora lo normal
es que estén fuera de la laguna comiendo. Lo ideal es cazarlos cuando se hace
de día o a poca noche cuando entran a dormir.
Conforme me voy acercando hacia el
centro de la laguna salen en estampida medio centenar de ánades, que es todo lo
que vi. Aunque es muy probable que hubiera alguno más dentro de la laguna,
porque hay mucho junco y muchas cañas y los patos se encuentran muy guarecidos y
pertrechados lejos de las alimañas, sobre todo, águilas que abundan en el
marjal.
Como no había
opción de poder tirar a los patos, decidí irme al conejo y es lo que hice.
Como tampoco
había mucho tiempo porque ya era mediodía había que ir sobre seguro. El coto
tiene varias zonas muy buenas para el conejo. Hay rodales mejores y peores,
incluso donde abundan los conejos.
Empecé por cazar
lo más próximo a la nava, sin tocar nada de monte, tal como le había prometido
a Fran.
Del linde con la
finca Navalcaballo arranca una perdiz que consigo abatir de un certero disparo.
Era una perdiz del terreno. Un macho precioso con dos espolones.
Llevaba un par
de conejos en el morral cuando decido irme a probar suerte a otra parte del
coto. En concreto, a una loma que siempre me ha gustado especialmente y donde
las perdices cuando cazamos en mano suelen dejarse caer.
Y acerté de
pleno. Había errado tres conejos seguidos, dos de ellos de muestra a Sénia y
ahora tenía la última oportunidad para quitarme esa espinita.
En poco más de
diez minutos que es lo que estuve cazando en la loma abatí seis conejos.
Después de darle
la vuelta varias veces, de dentro de un romero se levanta una perdiz que
consigo derribar y que hago una bola de plumas, pero cuando ya tenía la
escopeta abierta arranca otra, que estrepitosamente fallo. Podía haber hecho un
doblete, pero me tuve que contentar con la primera perdiz. Erré el tiro por
bajo. Pude ver el taco por debajo de las patas. Normalmente con esta escopeta
me voy por bajo. Es probable que esté algo curvada.
Sénia estuvo
como siempre magistral en el cobro, y en la muestra a los conejos, pero me temo
que no me va a acompañar muchas más veces. Cojea bastante por los problemas de
cadera que arrastra. Mientras escribo estas líneas la tengo a mi lado tumbada y le cuesta levantarse.
El balance para
ser el primer día no podía haber sido mejor: 3 perdices y nueve conejos con 26
disparos. Y perdices de las de verdad!. Nada de bote.